El Poder de una buena acción


Seguramente si eres Scout conocerás la historia de la buena acción. De no conocerla trataré de resumirla.

Todo ocurrió en 1909 en Londres, una ciudad con una espesa niebla que no permitía ver nada; dos personajes salen en esta historia: un publicista norteamericano de apellido Boyce, quien se encontraba extraviado y atrasado a una cita de trabajo. Y un chico con un extraño uniforme quien decía ser un Scout y quien al verlo perdido, amablemente se ofreció a ayudarle para llegar a su destino; mientras caminaban el caballero le hacía preguntas al muchacho, y este le contestaba muy alegremente de sus aventuras y destrezas. Una vez ya en el sitio, el publicista le quiso dar una propina a este nuevo amiguito, quien al ver las monedas le contesto: ¡No! Es mi misión, tengo que hacer mi buena acción diaria.

Boyce se quedó tan impactado, que le pidió al Scout que lo pase a recoger nuevamente luego de su reunión, la intención era conocer más de este movimiento y el niño lo llevo a las oficinas de los Scouts Británicos. Ahí fue que este publicista llegó a charlar con Baden Powell. Se entusiasmó de tal forma que fue quien llevó al Movimiento Scout a los Estados Unidos.

Nadie sabe cómo se llamaba el chico, pero por cumplir su promesa y hacer su buena acción logró que millones de personas hoy conozcan y vivan plenamente de la metodología Scout en el país del norte.
¡El poder de ayudar puede romper fronteras!
Esta historia me motivó en mis tiempos de Akela, el pedirle a todos mis lobatos que me cuenten semana tras semana de sus buenas acciones. Era impresionante porque en cada reunión notaba como todos se emocionaban contando sus hazañas, algunas notables y otras que por muy pequeñas que hayan sido, se notaba en ellos su orgullo.

Son años que no soy dirigente de Manada y claro esos lobatos y lobeznas naturalmente han crecido, muchos ya están casados/as y con sus propios descendientes. Y tiempo después me he encontrado con algunos por las calles y nos ponemos a charlar y recordar de lo bien que se pasaba en el grupo, los campamentos, los juegos y cantos. Afortunadamente, hasta el día de hoy tienen presente al dirigente que les insistía en conocer las acciones buenas de la semana y la gran mayoría me comentan con nostalgia que esa simple pregunta los marcó, que a pesar del tiempo siguen haciendo el bien, sin esperar recompensa.

Sé que los tiempos han cambiado, la sociedad es distinta, pero no existe mejor alimento para el alma que ayudar de corazón, sin interés alguno. Sin embargo, nunca está por demás ser prudente y analizar las situaciones que se presentan, si puedes ayudar, hazlo pero siempre con precaución.
Y tú ¿ya hiciste tu buena acción?